jueves, 18 de octubre de 2012

California stars


I'd like to rest my heavy head tonight on a bed of California stars,
I'd like to lay my weary bones tonigh on a bed of California stars,
I'd love to feel your hand touching mine and tell my why I must keeping working on yes
I'd give my life yo lay my head tonight on a bed of California stars.

I'd like to dream my troubles all away on a bed of California stars,
jump up from my starbed and make another dat underneath California stars,
they hang like grapes on vines that shine and warm the lover grass like friendly wine
so I'd give this world just to dream a dream with you in our bed of California stars.

I'd like to rest my heavy head tonight on a bed of California stars,
I'd like to lay my weary bones tonigh on a bed of California stars,
I'd love to feel your hand touching mine and tell my why I must keeping working on yes
I'd give my life yo lay my head tonight on a bed of California stars.

I'd like to dream my troubles all away on a bed of California stars,
jump up from my starbed and make another dat underneath California stars,
they hang like grapes on vines that shine and warm the lover grass like friendly wine
so I'd give this world just to dream a dream with you in our bed of California stars.

So I'd give this world just to dream a dream with you on our bed of California stars

To dream a dream with you...

lunes, 15 de octubre de 2012

Coplas a la lesión del ciclista

Despierte el alma dormida,
apagas el despertador,
despereza
la luz del día en venida
del tráfico ni el fragor
endereza.

Te levantas, te encuentras,
y con un salto al pasillo
esto empieza
café en mano y mientras
tuestas aquel panecillo,
él tropieza.

Impulso por fuerza a pedal
circulas por aquel carril,
tal vez deba
cuidarse de aquel roquedal,
y tomar el ferrocarril
como prueba.

Por un defecto de la edad
o por despiste de nadie
has errado
por la súbita gravedad
y mala postura del pie,
ha quebrado





miércoles, 3 de octubre de 2012

El anciano Yärea

Tolkien y su mundo constituyen para mí un paraíso al que evadirme en momentos de necesidad de introspección, realmente disfruto leyéndolo (y releyéndolo) y encontrando nuevos sitios que explorar, inventándome lugares y recreándolos en mi imaginación. Considero mis elucubraciones tolkendilis vagas y torpes, pero disfruto escribiéndolas en parte porque escribir es evocar de nuevo aquellas fantásticas sensaciones al descubrir territorios desconocidos en las páginas de un libro una aburrida y calurosa tarde de verano. "Sinyarma Arvedui" no es más que eso, un -torpe- intento por rozar, aunque sea con la punta de los dedos, esa sensación.

* * *

Enfadado por el rumbo de ciertos acontecimientos personales salí de casa con ganas de huir de todo aquello que me rodeaba, como un niño que no hace caso a lo que sus mayores le indican que está bien. Tomé el camino, rumbo este y proseguí toda la mañana caminando sin una ruta definida, alejándome de las rutas principales y evitando el contacto con cualquier persona. A mediodía había cruzado el Lago Evendin y, movido por la curiosidad, me desvié hacia el sur, hacia la silueta de tres altas torres que dominan las últimas quebradas de Arthedain.



Antaño estilizadas y altos parapeto que indicaban las tierras del reino de Arnor, ahora no eran más que escombros vacíos que constituyen el recuerdo de otros tiempos de esplendor. Una de ellas aún se mantenía en pie y podía verse los días claros desde los Puertos Grises, su silueta siempre me había fascinado y traído a la mente historias de gloriosas batallas y artefactos de gran poder. Para cuando llego a las torres, el sol comienza a ocultarse y las luces se encienden en las granjas cercanas. Desde una de las ventanas más altas de la torre llegaba una luz clara y cristalina, como un rayo de Luna en una noche despejada.

Me apresuré y llamé insistentemente a la puerta. Abrió la puerta una persona muy mayor, la vela que sostenía con su mano izquierda arrojaba multitud de sombras sobre su arrugado rostro. Enarcó una ceja que en su rostro dibujó un millar de nuevas arrugas y dijo un escueto "pasa".

Se movía lentamente y su profundo tono de voz me recordaba al de los pastores de árboles que había escuchado en los cuentos de mi infancia. Subimos por unas intrincadas y altas escaleras hasta llegar a una habitación inmensa, llena de extraños instrumentos y lentes, entre todos ellos hubo un objeto que llamó mi atención, un tubo de cristal ramificado colgaba del centro de la sala y que brillaba gracias a la difracción de los lánguidos rayos del sol poniente.

El anciano miró por su telescopio como ignorando mi presencia y explicó: "Cuando las Remmirath aparecen en el cielo debo guardarme de los viajeros, pues indican la fecha de escasez. Ahora Telumendil está en lo alto y podemos estar tranquilos..." Continuó durante largo rato haciendo consideraciones sobre constelaciones y cuerpos celestes que yo no conocía y cuando creyó oportuno me miró, con una mirada que parecía atravesar mi alma, y dijo: "Huir no resuelve nada, sólo posterga la realidad. Te contaré un secreto".

El anciano dirigió entonces su mirada al objeto que colgaba en mitad de la sala y contó:

- "Yo, Yärea, lo he descubierto porque llevo mucho tiempo existiendo, el universo se expandirá y luego se cerrará en sí mismo. A continuación volverá a expandirse y repetirá este proceso hasta el infinito. Lo que no sabes es que cuando el universo vuelva a expandirse todo será otra vez como ahora; cualquier error que cometas esta vez lo repetirás en la próxima ocasión; todos los errores que cometas los revivirás una y otra vez eternamente. Por eso mi consejo es que esta vez tomes la decisión correcta, porque esta oportunidad es la única que tienes.



Tras esas palabras, volví a casa con el impresionante cielo nocturno como techo. Siempre tenemos la oportunidad de elegir la opción correcta.