viernes, 22 de febrero de 2013

Limitación en el número de estudiantes de nuevo ingreso

Este tema sale a raíz de una conversación en Twitter entre @Menelwencilla y @JoanmiMmc así como otras aportaciones momentáneas de otros tuiteros. Este dilema aparece siempre en las juntas de facultad donde se pide un posicionamiento del centro sobre el número de alumnos que pueden ingresar en primero de carrera y se ha trasladado a las redes sociales y me ha parecido interesante dedicarle una entrada.


Medicina es una de las carreras más solicitadas en el panorama universitario y la relación de "plazas disponibles"/"peticionarios" es de las más bajas debido al alto número de recursos que requiere para su impartición (no sólo aulas y profesores, también personal e instalaciones sanitarias que no son precisamente baratas), esto genera una situación de conflicto pues muchas personas con potencial para ser buenos profesionales médicos quedan fuera de la carrera. La tendencia los últimos 10 años ha sido la de aumentar (sobre todo a partir de 2006) las plazas, desde unos 250 en el año 2001 hasta la cifra de 360 en el año 2011; el pasado año 2012 fue el primero en el que se redujo la oferta de plazas, actualmente en 350. La petición de la junta de hoy ha sido la de reducir aún más la oferta, el máximo posible, hasta 333 (un 5% menos). Esta decisión se toma a sabiendas, pues la limitación en las plazas dejaría fuera a más estudiantes, pero la lista de motivos es extensa:

1º) El centro no está preparado para dar una formación adecuada a un número de estudiantes creciente. Este debería ser el argumento más obvio, si no hay capacidad para formar médicos no traigas más personas. La realidad se traduce en prácticas masificadas, aularios y laboratorios que datan de mediados de siglo a los que se han hecho apenas unas reformas y que literalmente se caen a pedazos, prácticas clínicas con hasta 5 estudiantes en consulta (hecho que resulta en un menoscabo de la formación, una incomodidad para el paciente e incluso un retraso en la atención al mismo), seminarios masificados de 90 alumnos, asientos insuficientes y un largo etcétera.

Anécdotas:
Artículo de El País del año 1986 en el que se protesta por la falta de prácticas clínicas en la Facultad de Medicina de la US.
- Artículos de El Diario de Sevilla sobre la manifestación convocada por la Delegación de Alumnos de Medicina ante la falta de medios. Artículo 1, Artículo 2, posicionamiento.



2º) El Consejo de Gobierno de la Universidad de Sevilla, órgano competente para decidir cuántos alumnos pueden entrar en el primer curso de una carrera, basaba este aumento en una petición por parte de las autoridades sanitarias para formar a más profesionales debido a la previsible falta de médicos en el futuro. Estas afirmaciones siempre han sido contradictorias en los distintos medios. En los últimos años de crisis el número de médicos en paro ha ido en progresivo aumento, seguido de una reducción en el número de plazas del examen MIR (un 10%) y la salida de estos profesionales al extranjero. No me gusta enarbolar el argumento económico en lo que educación se refiere, pero la universidad y la oferta debe estar en consonancia con el contexto de la titulación, formar profesionales en un ámbito para que luego queden relegados a la fuga es un drama que se da en todas las titulaciones, más aún en una profesión tan ligada a la actividad pública en España como es la del ejercicio de la medicina. Aumentar el número de profesionales supone además una minusvaloración de un trabajo que requiere una alta responsabilidad (la salud de las personas), si se reduce (por ponernos "peseteros") el sueldo de los médicos ante la amplia oferta de los mismos redundará en una reducción de la calidad asistencial y un deterioro del ambiente laboral sanitario. Considerando la salud como un tema prioritario en el llamado "estado del bienestar", un ente público como es la universidad debería valorar cómo influye este aumento del número de médicos (que no es puntual en la US, sino que se extiende a todo el territorio nacional incluyendo la apertura de más facultades de medicina) en dichos objetivos. Si tenemos en cuenta también el perfil del estudiante de medicina se agrava aún más la situación pues tenemos a un número alto de personas con alta formación en la calle o en situaciones poco adecuadas.



La Prueba de Acceso a la Universidad (PAU, "selectividad") constituye una forma de acceso bastante justa (imperfecta, pero igual para todos) que permite acceder a aquellos con más nota a las titulaciones que ellos prefieran, ciertamente no se tienen en cuenta valores como la empatía, el juicio clínico o la vocación que requiere la profesión médica pero estos factores son difícilmente cuantificables. La reducción de la oferta reducirá el número de personas que pueden acceder a la titulación pero se comete un error al valorar problemas de esta magnitud (de índole más "comunitaria" o "social", por ponerle un adjetivo) con las circunstancias del individuo en sí mismo. Puede sonar frío, pero si no has podido acceder a esta carrera es porque las reglas del juego (reglas que considero imperfectas pero justas dentro de la posibilidades que se me ocurren) son las que hay y el sistema nunca puede satisfacer a todas las partes. Dentro de las consideraciones individuales, si hay empeño en querer estudiar una carrera con una nota de corte alta, siempre puede repetirse la PAU o acceder por otros medios si se cumplen los requisitos, siempre está la posibilidad de reinventar su dedicación. Dar valor a la vocación es importante, pero resulta complicado cuantificarla; permitir el acceso a todo el mundo supondría problemas que no alcanzo a atinar (más allá de los meramente logísticos, que ya de por sí me parecen difícilmente solventables).

miércoles, 13 de febrero de 2013

La medicina es un duro romance


Pienso en hace seis años y dónde estaba, lo pienso ahora y siento que en esencia no han cambiado las cosas para mí en tanto tiempo, la medicina comenzó como una curiosidad o una ambición y acaba convirtiéndose en un anhelo, una pasión y algo más que una afición. Es una doctrina con la que mantienes una relación fluctuante, desde la máxima dedicación hasta la repulsión, pasando por miles de posiciones intermedias. Es en sí misma cambiante, adaptable a los nuevos tiempos y a los diferentes niveles y exige un alto grado de compromiso por parte de uno mismo que no siempre está dispuesto o puede asegurar o cumplir. Sin embargo a pesar de esto, cuando estás ya dentro de esta dinámica quizás, como con las relaciones con las personas, prefieres seguir manteniéndola aunque sea estando de mal humor. Prefieres llevarte y tener ese contacto que no tenerlo. Al menos así me pasa a mí.

Seamos sinceros, cuando empecé la carrera no estaba seguro si quería ser médico, para empezar no sabía ni lo que quería ser. Quería ser y hacer tantas cosas que medicina se me antojaba una más de las posibilidades a las que encaminarme. Ciertamente estaba interesado, me gustaba, tal vez la que más, pero la idea vocacional, la idea de “desde pequeño he querido ser médico” no estaba. Así que lo mío ha sido un descubrimiento, un enamoramiento lento y progresivo, un descubrir qué es y disfrutar de ello, un aprender constante, una sensación de nunca acabar de conocerlo todo y que cuanto más inmerso te hallas en ello, más te das cuenta que te queda mucho por saber. Pero ahí queda que a pesar de todo, siempre quieres seguir con ello y más atrapado te encuentras.

Pero no es un camino fácil de recorrer y es normal que en el transcurso de esta andadura haya baches y obstáculos en el camino. La docencia en la carrera deja mucho que lamentar, se sacrifica tiempo personal que debes dedicar a esto, encuentras compañeros perfectos pero otros que van por otras entendederas que pueden ofuscarte -es una carrera que siempre todo se toma desde un punto de vista muy personal- los fracasos pesan y tenemos mucho en nuestra contra (tanto en el plano académico como en el clínico), es una prueba de resistencia constante ante la cual podemos vernos derrotados en cualquier giro de los acontecimientos; pues no nos queda otra que asumir que en esta “ciencia” (más bien arte) las cosas son así.

La medicina es para mí una carrera que se dedica al estudio del ser humano, y el ser humano es tan increíblemente complejo que resulta titánica la tarea de intentar comprenderlo. Hay que ser un poco de todo (a veces un mucho de todo) para poder dedicarte a esto: biólogo, filósofo, químico, psicólogo, físico, sociólogo y hasta economista (ahora que estamos en crisis). Y esto, permítanme que lo diga así, es fascinante. Pero me corrijo, no se trata de comprender únicamente cómo somos los seres humanos: se trata de actuar, se trata de ayudar, se trata de tratar. Es hacer de la vida de los demás algo más agradable, más cómoda o más llevadera. Como he dicho antes, es una carrera dura, es una profesión difícil, y requiere pasión y entrega. Pero al tratarse de cuidar, proteger y curar lo más importante que cada uno tiene en el mundo, que es su vida; cuando alguien pone la confianza en ti para que lo ayudes, es cuando pasa de ser fascinante a ser maravilloso. Y eso merece la pena.

En la medicina subliman los ideales de dedicación y entrega a la sociedad, a las personas. Para entregarse a ello ha de hacerse un enorme esfuerzo cuya única recompensa que no nos podrán quitar es la de querer haberlo intentado y hacerlo de la forma que nosotros hayamos considerado correcta. ¿Por qué estudié medicina? Primero por querer saber, ya luego descubrí otros motivos que son más satisfactorios que este; pero debe subyacer esa curiosidad por tratar de acercarte. Lo demás lo vas descubriendo con el tiempo, es muy fácil enamorarse de todo esto.



Este artículo es mi entrada para el blog: Motivos para estudiar medicina